«La mejor palabra es la palabra no dicha, como todos sabéis, soy un hombre de pocas palabras y un músico de pocas notas». «La música está escrita para lo inexpresable, quisiera que ella pareciera salir de la sombra para volver de nuevo en ella. Me encuentro en la obligación de encontrar nuevas formas, creo que nunca podré encerrar mi música en un mundo demasiado correcto.»
Son éstas palabras de Federico Mompou, un compositor amante de la poesía que encontró en las formas pequeñas, en el lenguaje escueto, en la inocencia de los recuerdos de una infancia catalana un estilo propio. Es la suya una manera de componer que con muy pocos elementos consigue llegar a un lugar muy profundo dentro de quien degusta su música.
Las impresiones íntimas de Mompou son una serie de piezas breves delicadas, íntimas, como su propio nombre indica, sutiles, que parecen estar pensadas para ser paladeadas despacio, con los sentidos alerta pero relajados, que resultan más y más trascendentes en cada nueva audición.
Mompou, como Richard Crashaw, era admirador de los poetas místicos españoles, tanto era así que compuso su “Música callada” basándose en la obra “Cántico espiritual” de San Juan de la Cruz, intentando precisamente encontrar la música del silencio.
Entre ambos personajes, tan lejanos en el tiempo, las circunstancias y la estética, hemos encontrado una unión tan fuerte que nos ha sorprendido a los mismos que la proponemos. La intimidad, la profundidad de sentimientos transmitida con tan pocos elementos, la forma de incluir la sombra y la luz en el discurso, la dulzura, intimidad y transparencia cristalina que ambas obras comparten, nos hacen sentir que hay un nexo que ha saltado siglos, conocimiento, evolución de la literatura y la música, ideas y formas… todo para encontrarse en esta simbiosis perfecta, Lo que ofrecemos como asociación entre música y poema, lo escuchamos como fundición de dos formas de evocar y mostrarnos una misma impresión… íntima.